21.- DIA DE LLUVIA
Sobre el oro enrojecido
de los follajes de otoño
tiende el nutrido aguacero
su amplio velo nebuloso.
Finalmente ha podido liberarse del hechizo de Sara, cansado de luchar contra esa pasión que casi acaba con su vida. Lejos han quedado los días de locura, como lejanos le parecerán, con el tiempo, estos versos de ella
Nunca, nunca otros labios te besarán así,
Ni ojos habrá que lloren de amor, como he llorado.
Ni manos que temblando se acerquen hasta ti
Con la ternura inmensa con que yo me he acercado.
... Y cuando yo haya muerto y camines doliente
Evocando mi nombre ante cada mujer
Como yo te llamaba, me llamarás ferviente
Y ya no podrá ser.
La oscuridad y la tristeza ya son cosa del pasado. La noche de Navidad, encuentra muy unida a la familia Magallanes Vila. Como en los viejos tiempos, el piano se adueña del salón y tanto Amalia como Mireya sorprenden a Manuel con nuevas interpretaciones. El se siente tan contento que busca su guitarra y canta emocionado para ellas, hasta agotar su repertorio. Cuando llega la medianoche, se abrazan efusivamente.
Ese verano, el sol penetra a raudales por las ventanas, que han permanecido cerradas largo tiempo
Si antes amé la sombra fue porque había en mi alma
la inquietud de un secreto, la angustia de una falta.
Si antes amé la sombra, hoy la luz me hace falta.
Quiero que el primer rayo de sol entre en mi estancia
y que se extinga en ella su última mirada.
En 1921, la editorial de Joaquín García Monje publica en San José de Costa Rica, una recopilación de poemas de Magallanes Moure. El libro se llama Florilegio y es el mismo Manuel quien hace la selección.
El prólogo es de Pedro Prado
Tan lejos en el arte de la vana literatura, como en el amor del sensualismo, representa en la intelectualidad chilena uno de sus más altos y puros valores. Orgullosamente sabemos que es reconocido más allá de nuestras fronteras.
Lee sus poemas y repara en cómo trasciende de ellos una cosa viva...
Ser amigo de un poeta de su clase, y frecuentar su trato, es como salir lejos: al campo, al mar, a la montaña. Se está allí tan deliciosamente. ¡Se recupera y se comprende, y se ahonda uno a sí mismo, con tal facilidad!
Cuando se regresa de aquellos sitios, un nuevo vigor entona nuestro cuerpo, nuestras palabras son más seguras y serenas, y unos deseos vagos y grandes nos mecen y acarician como aires benignos.
El invierno se presenta frío y tormentoso, alterando la rutina de los habitantes de San Bernardo. Los braseros se hacen pocos para temperar las casas y el viento se cuela por las rendijas.
La de hoy es una noche negra en que parece que hasta la luna se hubiera congelado. Manuel, sentado frente a su escritorio, vuelve a leer la carta que le enviara su amigo Alberto Ried, cónsul de Chile en Burdeos. En ella lo invita para que vaya a pasar una temporada a su casa y luego recorran juntos
¿Cómo hacerlo? ¿Entenderá Amalia que él quiera viajar?
Y Mireya ¿entenderá esta nueva separación?
¿No será mucho pedir a ambas?
Sueños, sueños míos
de felicidad:
oscureced aquellas lámparas
que brillan con luz espectral.
A la mañana siguiente decide que lo mejor será conversar acerca de sus planes con su hermano Valentín, quien trabaja en el Ministerio de Hacienda del presidente Alessandri. Las distintas circunstancias de la vida los han mantenido un tanto alejados, pero se quieren mucho y para Manuel es muy importante saber si cuenta con el apoyo de su hermano mayor.
Valentín le ofrece toda su ayuda, siempre y cuando Amalia esté de acuerdo con el viaje.
Encerrado en su biblioteca, Manuel extiende el atlas con el mapa de Europa donde un sinfín de ríos rojos muestra los distintos recorridos que sueña realizar algún día. Su mente vuela. Imagina gentes y lugares. Adivina calles y contempla edificios. Camina por las orillas del Sena y se detiene frente a Notre Dame. Sube los peldaños que conducen a
Manuel. ¿Qué haces todavía en pie? No vayas a pescar un resfrío. La noche está muy helada...
La tierna voz de Amalia, interrumpe sus sueños de felicidad. Apaga la bujía que se mantenía aún encendida y sale de la habitación, después de guardar cuidadosamente los mapas. Camina por el corredor que conduce a los dormitorios. Besa la frente de Mireya dormida y luego abraza con fuerza a su esposa que sorprendida lo interroga con la mirada. El sonríe, misteriosamente, y comienza a desvestirse.
Mañana hablará con ambas. Mañana...