DE MIS DIAS TRISTES

En 1999 el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile publicó el libro "De mis días tristes" donde cuento algo sobre la vida y obra de mi abuelo, el poeta, pintor, dramaturgo, crítico de arte y cuentista chileno, Manuel Magallanes Moure (1878-1924) El nombre de cada capítulo corresponde al título de uno de sus poemas, los que pueden leerse completos en el Link Los poemas de mi abuelo. El prólogo es de la escritora Ana María Güiraldes.

9.7.06

7.- SENTIRSE FUERTE

Sentirse fuerte, impenetrable.
Sin alegría y sin dolor,
ver como todos se enfurecen
contra el porfiado corazón.

Sentirse fuerte, imperturbable.
Ver sin desdén ni compasión
cómo las garras y los dientes
rompen el firme corazón.

Han pasado casi tres años desde la noche en que a Amalia se le prohibió seguir la relación con su primo. Manuel, muy a su pesar, acepta las condiciones impuestas por su tío Bernardino, pero se desespera ante esta situación que le resulta tan amarga como insostenible.

Durante este tiempo, su hermana Carlota se ha puesto de novia con Ángel, hermano de Amalia, en medio de gran alegría por parte de ambas familias. ¿Por qué a ellos todo les resulta tan fácil?

Mientras todos se afanan por allanarles el camino a Ángel y Carlota, nos miran con una absoluta indiferencia, como si no existiéramos... ¿Sólo los matrimonios ricos son felices?...

Jamás creí que el ser pobre era la mayor de las desgracias. Nací así, con esta idea de despreciar el dinero; es un sentimiento que está arraigado en mi alma... Y sin embargo bien veo que es ese dinero el que hace falta para que seamos felices.

Manuel sufre por no tener los medios suficientes para mantener a Amalia. Sabe que esa es la principal causa de la oposición de la familia Vila Magallanes. Empieza pues a trabajar con su hermano Valentín en las oficinas del Ministerio del Interior, en La Moneda, donde recibe un sueldo, que sin ser muy bueno, le permite comenzar a formarse una situación.

Como no puede estar junto a Amalia, dedica más tiempo a los libros. Lee a Dumas, Lamartine y Daudet. Descubre a los rusos. Se impresiona con el realismo de Gorki. Sufre con los Humillados y Ofendidos. Sueña junto al príncipe Andrei en La Guerra y la Paz.

No deja de enviar sus dibujos y críticas de arte para los diarios y revistas. En las noches escribe poemas y cartas para Amalia.

Un antiguo empleado de la familia, hace de correo entre los enamorados que sólo se encuentran de vez en cuando y de manera estrictamente social.

Últimamente, sin embargo, han tenido algunas oportunidades de verse a solas. Amalia Figueroa, la esposa de Álvaro Vila, está muy enferma. Con el pretexto de ir a visitarla han logrado coincidir varias veces, poniéndose de acuerdo a través de las cartas que se envían a escondidas.

Después, me fui adonde Amalia F. Estuve con ella en el saloncito de arriba y la encontré más tranquila que ayer. Si tú vas mañana ¿deberé ir yo? Creo que sí, puesto que ante los demás, ignoro que he de encontrarme contigo. ¿No es cierto?

¿Nos vemos mañana? Ojalá no haya inconvenientes. Y a la vuelta ¿cómo lo hacemos? ¿Te vienes tú primero?

¡Hasta mañana, mi Amalia mía! ¡Un abrazo a morir y un beso a resucitar!

El fin de siglo se aproxima a pasos agigantados mientras los santiaguinos se aturden en fiestas y frivolidades, asustados por los rumores de un posible fin de mundo.

A mediados del invierno de 1899 muere Bernardino, y el hogar de los Vila se sumerge nuevamente en un negro dolor. Claudio y Cirilo, hermanos de Amalia, la culpan diciéndole que las preocupaciones por su relación con Manuel, habrían precipitado la partida de su padre. Álvaro y Ana la defienden. Ángel, calla. Amalia se siente tan herida y presionada, en medio de su pena, que le escribe a Manuel pidiéndole que por favor no vaya más a verla, ni siquiera para darle el pésame.

Manuel no entiende tal determinación. La confusión de su mente lo pierde en conjeturas sin destino. Le aterra la idea de que sus primos pueden haberse aprovechado del dolor de Amalia para hacerle prometer no verlo más y terminar con él para siempre.

Sus cartas, llenas de amor e interrogantes, no reciben ninguna respuesta.

Mi Amalia mía: Sólo porque tú me lo has pedido, sólo por cumplir la voluntad de mi Amalia, he podido resistir este deseo de cada instante de verte y estar contigo. Tú, que me has pedido este sacrificio, imponiéndotelo tú misma, debes comprender ¡cuánto me cuesta saber que sufres y no poder consolarte! ¡Saber que lloras y no poder enjugar tus lágrimas! ¡Saber que me amas y no poder decirte y repetirte que te amo!

¿Por qué parece que no existieras ahora para mí?

¿Por qué, mi Amalia? ¿Por qué este silencio que me confunde más mientras más tiempo dura? ¿Has dado alguna promesa?... ¡Por Dios, mi Amalia, que sufro mucho!

Por ese entonces Manuel participa bajo el seudónimo “Barbouilleur”, con sus dibujos y artículos sobre el acontecer artístico del momento en el diario La Libertad Electoral, fundado por los Matte Pérez.

También escribe para el diario El Mercurio donde, en su afán por llamar la atención de su prima, firma sus críticas de Arte con el seudónimo “M. de Avila”, lo que no es otra cosa que Manuel de Amalia Vila.
En el silencio de su forzado aislamiento comienza a dar forma a los versos que incluirá, más adelante,
en Facetas, su primer libro de poemas. En la soledad de su habitación, sueña con el día en que por fin pueda besar nuevamente a su prima.

Porque aquí en mi aposento es mucho el frío,
porque mi soledad es muy amarga,
porque mi corazón aquí está enfermo
y se me muere de tristeza el alma!