DE MIS DIAS TRISTES

En 1999 el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile publicó el libro "De mis días tristes" donde cuento algo sobre la vida y obra de mi abuelo, el poeta, pintor, dramaturgo, crítico de arte y cuentista chileno, Manuel Magallanes Moure (1878-1924) El nombre de cada capítulo corresponde al título de uno de sus poemas, los que pueden leerse completos en el Link Los poemas de mi abuelo. El prólogo es de la escritora Ana María Güiraldes.

3.8.07

16.- ELLA DICE

Sus ojos suplicantes me pidieron
una tierna mirada y por piedad
mis ojos se posaron en los suyos...
Pero él me dijo: ¡más.

Álvaro Vila ha quedado muy solo después de la muerte de su esposa. Tiene muy buena situación económica y vive en una casa cómoda y espaciosa, en la calle Eyzaguirre, en compañía de dos antiguas empleadas que se esmeran en atenderlo. Como no tuvo hijos, se ha encariñado mucho con su sobrina Mireya y le gustaría poder verla más seguido sin tener que viajar a Santiago para conseguirlo. Últimamente no se ha sentido muy bien de salud. Además sabe que su hermana Amalia está pasando algunas apreturas, ¿ por qué no invitarlos a vivir con él, si sobra espacio y cariño para recibirlos ?

Ellos aceptan, agradecidos, la invitación.

De regreso en San Bernardo, Manuel, se sumerge en mil actividades. Una noche le muestra a su amigo Eduardo Barrios sus diarios íntimos y sus primeras cartas a Amalia y éste queda tan impresionado que comienza a idear un libro basado en esos escritos

Pero mi niño enloquecerá de amor ¿sabes? No logrará vivir junto a su amada, como lo hiciste tú...

¡Qué triste será entonces tu libro, Eduardo! Pero es verdad. La extrema sensibilidad puede llevar a la locura. No cabe duda.

Algunas publicaciones de la época le piden que escriba cuentos. Uno de ellos, Sol de Estío, obtiene uno de los primeros lugares en el certamen de El Mercurio. Entusiasmado decide publicarlos. Su libro ¿Qué es Amor? aparece en las librerías de Santiago, en 1914.

Acaba de ser nombrado Presidente de la Sociedad de Artistas y Escritores de Chile. Como tal debe presidir la próxima entrega de premios en los Juegos Florales, que se efectuarán en el Teatro Santiago, en diciembre de ese año.

Son los primeros Juegos Florales que se celebran en la capital y asistirán importantes personalidades encabezadas por don Ramón Barros Luco, Presidente de la nación. Manuel sabe que la responsabilidad del éxito o fracaso, será suya, y se esmera para que todo resulte de la mejor manera. Ya ha comprometido su asistencia el alcalde de Santiago, don Ismael Valdés Vergara. Sólo falta terminar de convencer a Miguel Rocuant para que, junto a Armando Donoso y a él mismo, integre el jurado.

Mientras tanto, Amalia, permanece sumida en una gran depresión. Ni los cuidados de su hermano, ni el cariño de Mireya pueden consolarla. Se siente sola y triste. Manuel, duerme por las mañanas, se levanta pasado el mediodía y, después de almorzar, toma el tren para Santiago.

A menudo, Amalia, lo oye llegar tarde por las noches y en silencio recuerda los días felices, cuando él no podía esperar para estar a su lado.

Sus labios suplicantes me pidieron
que les diera mi boca y por gustar
sus besos, le entregué mi boca trémula...
Pero él me dijo: ¡más!

Por esos días, Lucila Godoy, una niña del Valle de Elqui, escribe a Manuel, enviándole algunos poemas que ha escrito y pidiéndole su opinión acerca de ellos. Son versos magníficos y terribles, que lo impresionan y sorprenden.

Manuel le sugiere que mande sus poemas a los próximos Juegos Florales.

Atraídos por intereses comunes de índole artística e intelectual, comienzan a reunirse, en la oficina que comparten Pedro Prado y Julio Bertrand, quienes formarán, más adelante, el grupo de Los Diez

En diciembre de 1914, se efectúan los Juegos Florales. Se produce un empate para el primer lugar. Armando Donoso vota por Los Sonetos de la Muerte de una tal Gabriela Mistral, Miguel L. Rocuant, vota a favor de Plegaria a María de Julio Munizaga. Manuel debe decidir con su voto quien es el ganador. Lo hace a favor de la Mistral, reconociendo tal vez tras ese seudónimo los versos de la niña del Valle de Elqui, quien recibe la máxima distinción en el certamen llevándose la medalla de oro y la corona de laurel.

Al día siguiente Manuel recibe una carta de Lucila en que le dice que fue al Teatro Santiago, sólo por verlo y oírlo, sin pensar en que podía resultar triunfadora. Que está triste porque no pudo verlo. Que sólo logró escuchar su voz, perdida entre la multitud. Que necesita que le escriba.

Este será el punto de partida para una abundante correspondencia entre ambos que se prolonga a lo largo de nueve años. Lucila se enamora perdidamente de él y se lo hace saber a través de sus cartas. Pero, evita el encuentro, porque teme desilusionarlo con su fealdad. Muchas veces está a punto de hacerlo, pero siempre se arrepiente en el último momento.

Tú no serás capaz (interrógate a ti mismo) de querer a una mujer fea. Hoy, ayer, varios días, desde que mi viaje se ha decidido, vivo pensando en nuestro encuentro. Y me voy convenciendo de que va a ser la amargura más grande de mi vida...

... Yo no sé si mis manos han olvidado o no han sabido nunca acariciar; yo no sé si todo lo que tengo aquí adentro se hará signo material cuando esté contigo, si te besaré hasta fatigarme la boca, como lo deseo, si te miraré hasta morirme de amor, como te miro en la imaginación.