DE MIS DIAS TRISTES

En 1999 el Archivo del Escritor de la Biblioteca Nacional de Santiago de Chile publicó el libro "De mis días tristes" donde cuento algo sobre la vida y obra de mi abuelo, el poeta, pintor, dramaturgo, crítico de arte y cuentista chileno, Manuel Magallanes Moure (1878-1924) El nombre de cada capítulo corresponde al título de uno de sus poemas, los que pueden leerse completos en el Link Los poemas de mi abuelo. El prólogo es de la escritora Ana María Güiraldes.

10.6.06

6.- MI DIOS

Toda mi vida, toda, fue una de esas
plegarias clamorosas, uno de esos
gritos inacabables. Tan inmensa
distancia hay a mi Dios y a tanta altura
de este mundo minúsculo se encuentra,
que a El llega sólo ahora mi alarido.

Me ha oído, al fin. Lo sé por tu presencia.
Lo sé porque te hallé, soñada mía.

Ahora es Amalia, quien se desvela. El descubrimiento del amor que siente por Manuel ha sido tan impresionante que no sabe por donde empezar a ordenar sus ideas. Sabe que tiene que hablar con su padre y decirle que aunque pueda parecer una locura, está enamorada de Manuel. Sabe que tiene que hacerlo, pero tiene mucho miedo de la forma en que él pueda reaccionar cuando se lo diga.

Bernardino es un hombre muy íntegro y de conducta intachable, pero también es muy intransigente. Está acostumbrado a dirigir las vidas de sus hijos, sin que jamás lo contradigan. Y después de la muerte de Carlota, esto se ha agudizado cada vez más.

Manuel, por su parte, decide que lo mejor será no volver a casa de Amalia hasta que ella hable con su padre. ¡Ya ha esperado tanto!... Pero ahora sabe que su amor es correspondido y eso es lo único que le importa.

Entonces vi tus ojos y en la tierna
mirada de tus ojos, Dios se hallaba.
Oí entonces tu voz cálida y lenta
y en su acento profundo Dios me hablaba.

Sentí entonces que un mismo ritmo daban
tu corazón y el mío, y en aquella
misteriosa armonía, Dios estaba.

Esa misma noche, durante la cena, que en esta ocasión ha resultado especialmente animada, Álvaro pregunta:


Dime, Amalia, ¿cuándo van a fijar la fecha del compromiso, Carlos y tú?
De eso quería hablarles, precisamente...
¿Ya está decidido?
Es que... no habrá compromiso.
¡Por Dios, Amalia, no bromees con los asuntos serios! - dice Bernardino.
No es broma, papá. Me he dado cuenta que no puedo casarme con Carlos porque estoy perdidamente enamorada de Manuel. Es él a quien amo y sólo con él podré casarme y ser feliz...
¿De Manuel? ¿Y quién es ése?
Manuel, papá. Nuestro Manuel...

Ellos no pueden creer lo que acaban de oír. Piensan que ha enloquecido. No saben cómo manejar la situación. Intentan persuadirla para que no termine su noviazgo. Todo es inútil.

Esa noche, Bernardino, está tan furioso que no puede dormir. ¿En qué cabeza cabe que mi hija piense siquiera en la posibilidad de casarse con su primo, diez años menor y además artista? ¿De qué van a vivir? No lo permitiré.

Al día siguiente, espera que Amalia y Ana, salgan a caminar como todas las tardes, y reúne a sus hijos mayores en el salón. De común acuerdo deciden prohibir a Amalia que mantenga cualquier tipo de relación sentimental con Manuel.

- De aquí en adelante él ya no será bien recibido en la casa y si por algún motivo se encuentra con Amalia, no podrán volver a estar juntos sin alguien que los acompañe. No se volverá a hablar de este asunto hasta dentro de cinco años y si para entonces, el amor que dicen sentir, se mantiene inalterable, ahí veremos...

De esta manera - comenta, Bernardino, a sus hijos - el entusiasmo pasajero que están sintiendo, terminará en aburrimiento y todo volverá a la normalidad. Mañana mismo, hablaré con Elena, para comunicarle lo que hemos decidido respecto a las pretensiones absurdas de su hijo...

Mientras tanto, las hermanas, caminan en silencio. Ana se da cuenta que Amalia llora, pero no sabe qué decir. Ella también encuentra que lo que acaba de oír es una locura.

¿No has pensado, hermana querida, que Manuel es sólo un chiquillo?
Pero es que ... ese chiquillo, como tú le dices, es el único hombre que amo.
¿Y no será una locura pretender que siga enamorado de ti cuando ya seas una vieja de cuarenta años y él recién llegue a los treinta?
Es posible, tienes razón. Es muy posible que algún día él se aburra de mí, pero ¿cuántos días felices habremos compartido hasta entonces?... Prefiero correr ese riesgo a no saber nunca lo que es la felicidad.

Cuando regresan a la casa, su padre y hermanos, reunidos en el salón les informan de las decisiones irrevocables que acaban de tomar. Nada de lo que dice Amalia es tomado en cuenta y debe subir a su dormitorio, llorando de pena e impotencia.

Comienzan así los cinco años más largos en las vidas de Manuel y Amalia, que se ven obligados a escribirse y verse a escondidas.

Una única ambición he tenido en mi vida: que mi prima Amalia me amara, como yo la amo y la he amado y esa ambición única la veo cumplida, y tan cumplida como no me hubiera atrevido a desear. Mi Amalia me ama...¿Qué más quiero?

Es cierto que hemos sufrido y que sufrimos y que sufriremos hasta que nadie pueda separarnos; pero como tú me dices “Sufrimos porque queremos”, porque nadie, nadie tiene derecho para disponer de nuestros actos, ni para impedir que hagamos lo que a nuestro parecer nos traerá dicha y felicidad. Si quisiéramos no estaríamos separados.

Pero es necesario sufrir. Sin el sufrimiento la dicha no existiría como no existe ni puede existir la luz sin la sombra o el sonido sin el silencio.